Y completando el título de este artículo: «se están haciendo notar para mal». Puede que resulte muy bonito y espectacular ver una fila de luces moverse con parsimonia por el cielo nocturno. Pero para la observación científica del cielo no hacen sino estorbar.
Desde hace poco, varias compañías no cejan en el empeño de suministrar conexión Internet a todo el mundo con una red de satélites de órbita baja. Sin consultar con nadie, planean lanzar al espacio decenas de miles de artefactos en sucesivas tandas que acabarán formando una malla que interferirá en la vigilancia del cosmos, tanto en el rango visible como en otras longitudes de onda.

Hemos invertido mucho trabajo en desarrollar sistemas de hardware y software dedicado a la detección de fenómenos astronómicos transitorios: explosiones de rayos gamma o de rayos equis o de neutrinos, supernovas, ondas de gravedad, meteoros, bólidos… Y lo que nos temíamos ya está sucediendo: que nuestros detectores saltan con alertas falsas debido a la intromisión de tanto satélite en órbita que acabará, tarde o temprano, como basura espacial inservible.
Las imágenes y vídeos de este artículo son una muestra de ello. Las cámaras de la Red Global BOOTES (IAA/CSIC) han captado esta noche un tren de satélites recién lanzados que, se supone, terminarán en órbitas más altas. Y mientras tanto no hacen sino fastidiar a la ciencia y a la contemplación del cielo nocturno estrellado, patrimonio de la humanidad por declaración de la UNESCO.
No teníamos bastante con la contaminación lumínica procedente de la Tierra, para que ahora hayamos de lidiar con la que procede del cielo. Y ambas causadas por nosotros mismos.